Tras un vistazo a los distintos ángulos desde los que hoy por hoy se toca el tema de la responsabilidad social, surge una disyuntiva con respecto al compromiso social ante los demás: ¿Depende de unos cuantos o es un total compartido? ¿Quién o quienes son responsables de un bienestar en conjunto? ¿Quién debe tener más responsabilidad: el que cuenta con mayores beneficios económicos o aquél que tiene el poder de decisión?
Tanto las empresas y sus empleados, los gobiernos, la sociedad civil, los medios de comunicación, las diversas industrias hacia sus audiencias, las universidades y el sector financiero, son responsables de que el cumplimiento social de y para la comunidad cuente con una ruta que la guie hacia una permanencia.
El conjunto de responsabilidades se construye mediante un espiral. Las empresas tienen un compromiso con las comunidades en las que operan, con sus empleados, sus accionistas, sus proveedores e intrínsecamente con el gobierno. El gobierno tiene la obligación de proceder con transparencia desde sus acciones para con la ciudadanía. Tanto las empresas como los gobiernos tienen la labor conjunta de diseminar información ética y veraz relacionada con sus campos de acción. El vehículo para lograrlo es a través de los medios de comunicación en tanto responsables de informar con integridad los mensajes lineales a la población. Así, las universidades demarcan el redondeo del espiral, formando a las generaciones futuras que toman la estafeta para continuar con el compromiso social compartido.
El espiral compuesto por todos los actores, entidades y organizaciones, responde a la disyuntiva de que la responsabilidad social es un total compartido, en donde los que cuentan con más bienes económicos, así como los que tienen el poder de decisión, se suman a un solo propósito: el bien social.
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